Como todos los instrumentos ópticos, los binoculares se deben limpiar con extremo cuidado para no dañar sus lentes y oculares.
Cualquier proceso de limpieza resulta agresivo para el recubrimiento de las superficies ópticas, por lo tanto debemos retrasar al máximo la necesidad de realizarla con un uso cuidadoso de los mismos, procurando mantener las lentes cubiertas con sus tapas cuando no los utilicemos.
La utilización de limpiacristales quedará totalmente descartada, pues pueden deteriorar el recubrimiento óptico del binocular.
La limpieza sólo debe realizarse por la parte exterior del instrumento.
Teniendo esto presente, se procederá de la siguiente manera:
- Retirar las partículas de polvo y arena que pudieran rayarlo, tarea que se puede realizar de una manera sencilla, con un cepillo soplador (los mismos que se utilizan para limpiar los objetivos fotográficos), o un cepillo fino y aire a presión.
- No se debe frotar de manera circular, lo correcto es hacerlo de forma radial (del centro, al borde de la lente), evitando presionar con fuerza los objetivos y oculares.
-Para eliminar la grasa dejada por nuestros dedos, podemos utilizar un algodón, o paño empapado en jabón neutro, muy diluido en agua que debe deslizarse suavemente, tal y como hemos descrito anteriormente.
- Para el aclarado, utilizaremos agua destilada o alcohol y dejaremos secar al aire.
Por último, una vez finalizada la observación no deben guardarse de manera inmediata los binoculares, hay que dejarlos destapados para que no se empañen y estabilicen su temperatura. Tampoco debemos guardarlos en una bolsa de plástico pues no transpira, y pueden llegar a atrapar humedad y provocar el crecimiento de hongos y/o manchas, que pueden dañar la óptica.
Si el binocular requiere de una limpieza interna, se debe realizar por personal cualificado de una óptica, que asegure una correcta colimación de los prismas, después de dicha limpieza.